Historias: Fantasía (Resultados)
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Historias: Fantasía (Resultados)
Dadas las circunstancias, disponemos únicamente de uno de los tres textos que debían presentarse al concurso (iniciado en el anterior foro)... Por tanto, tenemos una clara ganadora:
Lady.Vengeance
Con: MERCENARIOS
Bajo un roble, la abrazaba tiernamente. Sabía que la tendría con él pocas horas más, y no quería desperdiciar ni un solo momento a su lado. Mientras, ella cerraba los ojos con placer, dejando que las sombras intermitentes que daban las hojas y las ramas de los árboles refrescasen el ambiente. Había sido una tarde intensa, de muchas charlas sinceras y muchas declaraciones.
Fuera del robledal hacía un calor abochornante, el sol caía a plomo, y los propios animales se habían refugiado entre los árboles escapando de las temperaturas tan altas. Sin embargo, el paisaje estaba más bonito que nunca. Hacía un par de días había llovido, así que, al juntarse con el cielo despejado de esa tarde, la hierba estaba más verde que nunca, los pájaros cantaban más que ninguna otra tarde del verano, había más mariposas que en los primeros días de la primavera, y tantas flores de colores vivos habrían hecho sentirse inferiores a las plantaciones de amapolas. Al fondo, perdiéndose casi en el horizonte, las montañas también se ofrecían verdes al mundo, altas, inalcanzables e impenetrables.
Ella se movió ligeramente, hasta abrazarse a él por la cintura. Las hojas bajo su cuerpo crujían felices por el encuentro, encantadas de ser testigos de tanta emoción reunida. Él la miraba descansar, mientras ella seguía abrazándolo con los ojos cerrados, respirando profundamente, disfrutando el olor a naturaleza, a hierba fresca, a roble, y a hoja seca. Parecía un sueño, era todo tan precioso, tan perfecto.
El sol bajaba lentamente camino de las montañas, y el calor fuera de la sombra de los árboles iba moderándose. Los polluelos en los nidos llamaban cada vez con más contundencia a sus padres, de vez en cuando se veía saltar un conejo entre la hierba. Él notó cómo se le erizaba a los dos la piel por una repentina brisa de aire frío, y quiso abrazarla un poco más fuerte, para protegerla. Sin embargo, ella hizo lo que él había estado temiendo durante toda la tarde.
Se levantó, y miró al sol bajar. Una pequeña sonrisa torcida apareció en su cara, mientras él abría mucho los ojos, suplicando que no lo hiciese. Ella se agachó hacia donde él estaba sentado, y le agarró la cara suavemente con las dos manos.
-Muchas gracias por todo –le susurró con su voz tierna y delicada-. No lo olvidaré.
-No.
Lo soltó, y se irguió de nuevo. Volvió a mirar al sol, con cara de resignación, y se estiró sin ganas. Él se levantó rápidamente, haciendo que las hojas crujieran inesperadamente. Quería decirle algo, pero no sabía qué. Tenía que convencerla de que tenía que quedarse, que no importaban las lunas, las estrellas ni el resto de la gente. No podía irse ahora que la había descubierto, no podía dejarlo solo ahora que sabía que una mujer como ella existía.
Ella se acercó hacia él. Lo abrazó, sintiendo cómo su corazón latía a través de la camisa, cómo se le erizaba el vello bajo su cuerpo. Le habría gustado poder sentir ese calor corporal durante mucho más tiempo, tenerlo cerca día tras día, sin importar la posición de las estrellas, ni los dictados de un señor que no conocía. Se separó ligeramente de él, mientras buscaba su cara. Le dio un beso corto, el último.
Lo empujó lentamente hacia atrás, separándolo de ella, mientras no era capaz de mirarlo. Bajó la mirada al suelo, a todas las hojas secas que hasta hacía un momento los habían acogido; no podía mirarle a los ojos. Sabía que si lo miraba a los ojos, tendría que leer una súplica demasiado clara en ellos, y que sucumbiría. Sabía que él quería que se quedase; ella tampoco quería separarse de él. Pero no podía, tenía que irse, y si era antes de que desapareciera el sol totalmente en el horizonte, sería mucho mejor.
Él apretó un poco más el abrazo, ofreciendo una cortés resistencia. Si ella no quiere luchar contra mí, ésta es la excusa perfecta para rendirse sin remordimientos. Pero ella insistía; por mucho que su corazón dictase una cosa, la cabeza decía otra. Y era hora de irse.
-Volveremos a estar juntos, no te preocupes.
-Es mentira, y lo sabes.
Él tenía razón: en cuanto ella echase a volar, en cuanto despegase del suelo, sería para hacer un viaje sin retorno. Un viaje donde él sería parte del enemigo, y tendrían que hacer todo lo que estuviese en su mano para impedir que el otro saliese victorioso.
-Déjame –le dijo seria y cortante, mirándole a la cara.
De la impresión, aflojó el abrazo. Por un momento pensó que ella podía haber estado fingiendo toda la tarde, que únicamente había hablado con él para sacarle información que luego pudiese ser vital en el campo de batalla, pero una gota en su camisa le llevó a creer que sólo su conciencia la había empujado a apartarlo.
Pero ella aprovechó el momento de duda, y se liberó de él. Cuando quiso abrazarla de nuevo, ella ya estaba subiendo por el roble, apoyando las manos y los pies en las ramas bajas, en los salientes de la corteza. Era demasiado rápida y hábil, en una lucha cuerpo a cuerpo ella habría salido ganando.
Corrió bajo el árbol, y quiso atraparla. Sin embargo, ella ya se había subido, saltando, a las partes altas del roble, lejos de su alcance. Entonces se alejó corriendo del árbol, para verla una última vez. Mientras el sol caía por el horizonte volviendo el cielo y el aire rojos como la sangre, ella llegaba a la rama más alta. Sin mirar hacia abajo, extendió las alas, dejando ver su enorme envergadura.
Es la figura más hermosa que he visto nunca, pensó sinceramente él. Por naturaleza esa imagen tendría que darle miedo, tendría que hacerle correr y esconderse; el ataque de un ángel –aunque fuese un híbrido como ella- habría sido mortal para él. Sin embargo, un latir dentro de su pecho le decía que ella no lo atacaría, por lo menos no de momento. Dentro de un tiempo, cuando –con muy mala suerte- se encontrasen de nuevo cara a cara, armados y protegidos, tendrían que dar su vida y tragarse sus sentimientos a servicio de unos seres que estaban cómodamente sentados en sus castillos y palacios, protegidos de la lluvia, del viento y de la nieve, que no tendrían que intentar matar al mejor ser que haya visto la tierra, sólo por un capricho que había desatado una guerra que se anunciaba de dimensiones nunca vistas.
Sólo se dio cuenta de que ella intentaba despegar cuando notó en la cara y en los brazos desnudos una brisa descendente. Miró al cielo, y pudo observar el gran momento en el que un ángel despega, en el que coge impulso, y en su cara se ve tal concentración que pierde todo parecido con un humano; o quizás en ese momento son lo más parecido a un humano.
El cielo rojo empezaba a dar paso a un azul cada vez más oscuro, cambiando el calor de la tarde por el frío de la noche; cambiando el calor del amor por el frío de la soledad. Las primeras estrellas empezaban a aparecer, y la primera de las lunas saldría pronto por donde el sol acababa de desaparecer. Mientras todo eso no pasaba, una minúscula figura negra, en medio de todo el verde cada vez más oscuro de la llanura, veía como una gran figura blanca se perdía lentamente en la distancia, hasta que llegó a confundirla con una estrella; su estrella.
Él tendría que partir dentro de unos minutos, cuando todos los animales del robledal se hubieran dormido, cuando hasta la última estrella fuese visible. Mientras tanto, escuchaba el viento al devolverle el aletear de ella, su aletear, y le repetía su nombre una y otra vez…
-…Anxo…
Enhorabuena!!!
Lady.Vengeance
Con: MERCENARIOS
Bajo un roble, la abrazaba tiernamente. Sabía que la tendría con él pocas horas más, y no quería desperdiciar ni un solo momento a su lado. Mientras, ella cerraba los ojos con placer, dejando que las sombras intermitentes que daban las hojas y las ramas de los árboles refrescasen el ambiente. Había sido una tarde intensa, de muchas charlas sinceras y muchas declaraciones.
Fuera del robledal hacía un calor abochornante, el sol caía a plomo, y los propios animales se habían refugiado entre los árboles escapando de las temperaturas tan altas. Sin embargo, el paisaje estaba más bonito que nunca. Hacía un par de días había llovido, así que, al juntarse con el cielo despejado de esa tarde, la hierba estaba más verde que nunca, los pájaros cantaban más que ninguna otra tarde del verano, había más mariposas que en los primeros días de la primavera, y tantas flores de colores vivos habrían hecho sentirse inferiores a las plantaciones de amapolas. Al fondo, perdiéndose casi en el horizonte, las montañas también se ofrecían verdes al mundo, altas, inalcanzables e impenetrables.
Ella se movió ligeramente, hasta abrazarse a él por la cintura. Las hojas bajo su cuerpo crujían felices por el encuentro, encantadas de ser testigos de tanta emoción reunida. Él la miraba descansar, mientras ella seguía abrazándolo con los ojos cerrados, respirando profundamente, disfrutando el olor a naturaleza, a hierba fresca, a roble, y a hoja seca. Parecía un sueño, era todo tan precioso, tan perfecto.
El sol bajaba lentamente camino de las montañas, y el calor fuera de la sombra de los árboles iba moderándose. Los polluelos en los nidos llamaban cada vez con más contundencia a sus padres, de vez en cuando se veía saltar un conejo entre la hierba. Él notó cómo se le erizaba a los dos la piel por una repentina brisa de aire frío, y quiso abrazarla un poco más fuerte, para protegerla. Sin embargo, ella hizo lo que él había estado temiendo durante toda la tarde.
Se levantó, y miró al sol bajar. Una pequeña sonrisa torcida apareció en su cara, mientras él abría mucho los ojos, suplicando que no lo hiciese. Ella se agachó hacia donde él estaba sentado, y le agarró la cara suavemente con las dos manos.
-Muchas gracias por todo –le susurró con su voz tierna y delicada-. No lo olvidaré.
-No.
Lo soltó, y se irguió de nuevo. Volvió a mirar al sol, con cara de resignación, y se estiró sin ganas. Él se levantó rápidamente, haciendo que las hojas crujieran inesperadamente. Quería decirle algo, pero no sabía qué. Tenía que convencerla de que tenía que quedarse, que no importaban las lunas, las estrellas ni el resto de la gente. No podía irse ahora que la había descubierto, no podía dejarlo solo ahora que sabía que una mujer como ella existía.
Ella se acercó hacia él. Lo abrazó, sintiendo cómo su corazón latía a través de la camisa, cómo se le erizaba el vello bajo su cuerpo. Le habría gustado poder sentir ese calor corporal durante mucho más tiempo, tenerlo cerca día tras día, sin importar la posición de las estrellas, ni los dictados de un señor que no conocía. Se separó ligeramente de él, mientras buscaba su cara. Le dio un beso corto, el último.
Lo empujó lentamente hacia atrás, separándolo de ella, mientras no era capaz de mirarlo. Bajó la mirada al suelo, a todas las hojas secas que hasta hacía un momento los habían acogido; no podía mirarle a los ojos. Sabía que si lo miraba a los ojos, tendría que leer una súplica demasiado clara en ellos, y que sucumbiría. Sabía que él quería que se quedase; ella tampoco quería separarse de él. Pero no podía, tenía que irse, y si era antes de que desapareciera el sol totalmente en el horizonte, sería mucho mejor.
Él apretó un poco más el abrazo, ofreciendo una cortés resistencia. Si ella no quiere luchar contra mí, ésta es la excusa perfecta para rendirse sin remordimientos. Pero ella insistía; por mucho que su corazón dictase una cosa, la cabeza decía otra. Y era hora de irse.
-Volveremos a estar juntos, no te preocupes.
-Es mentira, y lo sabes.
Él tenía razón: en cuanto ella echase a volar, en cuanto despegase del suelo, sería para hacer un viaje sin retorno. Un viaje donde él sería parte del enemigo, y tendrían que hacer todo lo que estuviese en su mano para impedir que el otro saliese victorioso.
-Déjame –le dijo seria y cortante, mirándole a la cara.
De la impresión, aflojó el abrazo. Por un momento pensó que ella podía haber estado fingiendo toda la tarde, que únicamente había hablado con él para sacarle información que luego pudiese ser vital en el campo de batalla, pero una gota en su camisa le llevó a creer que sólo su conciencia la había empujado a apartarlo.
Pero ella aprovechó el momento de duda, y se liberó de él. Cuando quiso abrazarla de nuevo, ella ya estaba subiendo por el roble, apoyando las manos y los pies en las ramas bajas, en los salientes de la corteza. Era demasiado rápida y hábil, en una lucha cuerpo a cuerpo ella habría salido ganando.
Corrió bajo el árbol, y quiso atraparla. Sin embargo, ella ya se había subido, saltando, a las partes altas del roble, lejos de su alcance. Entonces se alejó corriendo del árbol, para verla una última vez. Mientras el sol caía por el horizonte volviendo el cielo y el aire rojos como la sangre, ella llegaba a la rama más alta. Sin mirar hacia abajo, extendió las alas, dejando ver su enorme envergadura.
Es la figura más hermosa que he visto nunca, pensó sinceramente él. Por naturaleza esa imagen tendría que darle miedo, tendría que hacerle correr y esconderse; el ataque de un ángel –aunque fuese un híbrido como ella- habría sido mortal para él. Sin embargo, un latir dentro de su pecho le decía que ella no lo atacaría, por lo menos no de momento. Dentro de un tiempo, cuando –con muy mala suerte- se encontrasen de nuevo cara a cara, armados y protegidos, tendrían que dar su vida y tragarse sus sentimientos a servicio de unos seres que estaban cómodamente sentados en sus castillos y palacios, protegidos de la lluvia, del viento y de la nieve, que no tendrían que intentar matar al mejor ser que haya visto la tierra, sólo por un capricho que había desatado una guerra que se anunciaba de dimensiones nunca vistas.
Sólo se dio cuenta de que ella intentaba despegar cuando notó en la cara y en los brazos desnudos una brisa descendente. Miró al cielo, y pudo observar el gran momento en el que un ángel despega, en el que coge impulso, y en su cara se ve tal concentración que pierde todo parecido con un humano; o quizás en ese momento son lo más parecido a un humano.
El cielo rojo empezaba a dar paso a un azul cada vez más oscuro, cambiando el calor de la tarde por el frío de la noche; cambiando el calor del amor por el frío de la soledad. Las primeras estrellas empezaban a aparecer, y la primera de las lunas saldría pronto por donde el sol acababa de desaparecer. Mientras todo eso no pasaba, una minúscula figura negra, en medio de todo el verde cada vez más oscuro de la llanura, veía como una gran figura blanca se perdía lentamente en la distancia, hasta que llegó a confundirla con una estrella; su estrella.
Él tendría que partir dentro de unos minutos, cuando todos los animales del robledal se hubieran dormido, cuando hasta la última estrella fuese visible. Mientras tanto, escuchaba el viento al devolverle el aletear de ella, su aletear, y le repetía su nombre una y otra vez…
-…Anxo…
Enhorabuena!!!
Re: Historias: Fantasía (Resultados)
Es precioso^^
Ains, lamento lo ocurrido He intentado ponerme a escribir varias veces pero no tengo hueco ni para respirar. Y encima cada vez tengo más trabajos y deberes en la plataforma >.< Qué largo se me va a hacer segundo v.v"
Ains, lamento lo ocurrido He intentado ponerme a escribir varias veces pero no tengo hueco ni para respirar. Y encima cada vez tengo más trabajos y deberes en la plataforma >.< Qué largo se me va a hacer segundo v.v"
LaPetitePoupée- Moderador
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Re: Historias: Fantasía (Resultados)
LaPetitePoupée escribió:Es precioso^^
Ains, lamento lo ocurrido He intentado ponerme a escribir varias veces pero no tengo hueco ni para respirar. Y encima cada vez tengo más trabajos y deberes en la plataforma >.< Qué largo se me va a hacer segundo v.v"
No te preocupes, ninguna de las dos la escribimos... sólo Anxo me mandó este precioso relato!!...
Y ánimo! que te vaya todo muy bien!
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